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La creación de un espacio para que los niños y niñas prosperen comienza antes de la concepción. La Alaska Native Birthworkers Community (ANBC) lo hace al brindar atención culturalmente adaptada desde el principio.
La comunidad es un grupo de parteras, doulas, asesoras de lactancia y curanderas indígenas que se han organizado para rescatar las prácticas de parto indígenas. Esta organización dirigida por la comunidad ofrece atención culturalmente adaptada a las familias indígenas desde antes de la concepción hasta el posparto.
Helena Jacobs, cocreadora de la organización, ha descrito las primeras etapas de su organización como un pequeño grupo de voluntarias, que practicaban el trabajo de parto dentro de sus propios círculos pequeños para familiares y amigos, creando una red de atención a las madres indígenas por dar a luz que viajaban desde sus aldeas rurales a Anchorage para dar a luz. Estas madres por dar a luz a menudo estaban solas y necesitaban apoyo.
La comunidad recibió su primer donativo en 2019 para impartir un curso completo de capacitación para doulas indígenas, lo que confirmó la necesidad de aumentar el impacto y la presencia de las prácticas indígenas relacionadas con el parto. “Así que eso avivó el fuego para seguir avanzando en ese sentido y encontrar más oportunidades para apoyar a nuestra gente que espera recuperar estos roles”, señaló Jacobs.
Ella y sus colegas cocreadores de la comunidad, incluyendo a su hermana Margaret David, continuaron organizándose y recaudando fondos para satisfacer la creciente demanda de este tipo de atención por parte de las familias indígenas. Con la ayuda de apoyo y financiamiento estructural y organizacional han logrado conformar un equipo de 11 personas que ofrecen servicios directos a las familias, organizan cursos de capacitación y construyen una red cada vez más amplia de parteras indígenas en toda Alaska.
Atención adaptada a la cultura
Al describir la atención culturalmente adaptada en la práctica, Jacobs explica: “Desde el punto de vista operativo, significa que contratamos a parteras indígenas y, en la medida de lo posible, intentamos que las familias reciban atención de parteras de su mismo trasfondo cultural”. Es decir, son personas indígenas al servicio de comunidades indígenas.
“Conocemos a nuestra comunidad y nos basamos en nuestros valores indígenas universales”, afirma Jacobs. “En ocasiones basta con preguntarles por sus propias prácticas culturales y cómo podemos mejorarlas y protegerlas en su beneficio”.
Además de acompañar, guiar y apoyar en el proceso de parto, a Jacobs le gusta incorporar alimentos indígenas tradicionales, libros escritos por autores indígenas, prácticas culturales, herramientas lingüísticas ancestrales y plantas medicinales para ayudar a que el proceso esté basado en sus tradiciones. Por ejemplo, suele tiznarse quemando salvia o hierbas aromáticas antes de entrar en el lugar del parto y pregunta a la persona que va a dar a luz o a su familia si quieren que también lo haga en la habitación antes y después del parto.
Un movimiento para revitalizar las prácticas indígenas
Este trabajo es necesario y fundamental, ya que la población desea que se revivan las prácticas de parto indígenas. En Alaska y en todo el país, las madres indígenas americanas y nativas de Alaska (AIAN, por sus siglas en inglés) tienen 4.5 veces más probabilidades de morir por causas relacionadas con el embarazo y el parto que las madres de raza blanca. Además, la población AIAN es el único grupo racial que no ha experimentado un descenso de la mortalidad infantil en la última década.
Los efectos de la colonización y el racismo son significativos en la forma en que las comunidades tribales tienen acceso a la atención médica. Muchas de las mujeres que dan a luz en las comunidades tribales de Alaska tienen que viajar en avión hasta Anchorage, donde se encuentran la mayoría de los proveedores de atención primaria.
Esto implica que deben permanecer hospitalizadas durante más tiempo y pasar semanas aisladas y totalmente desconectadas de sus familias antes, durante y después del parto. Jacobs describió la impotencia que sintió al entrar como paciente en estos espacios médicos occidentalizados donde “nadie se parecía a mí ni me conocía, ni a mi familia ni a la comunidad, ni procedía de nuestra cultura”. Experimentar el parto en esos espacios supone un cambio radical con respecto a siglos de prácticas de parto arraigadas en la comunidad, vinculadas a la tierra, el agua, las medicinas ancestrales y la sabiduría de cada lugar.
Para Jacobs, “mucha gente nos ha dicho que no es un lugar en el que se sientan seguras, atendidas o escuchadas. Así que a veces, cuando las personas nos piden que les ayudemos, no necesito sacar nada de mi bolsa de doula porque lo único que necesitan es que esté en la habitación y atestigüe la atención que están recibiendo. Y esa atención suele ser muy diferente a partir del momento en que entro en la habitación y hay otra persona que va a ver lo que está pasando”.
El hecho de poder contar con la presencia de una partera indígena en la sala para ayudar en todo lo que sea necesario es transformador. Jacobs describió la importancia de poder contar con alguien que conoce el contexto general de la comunidad a la que pertenece la madre dando a luz, y no solo lo que se indica en su historia clínica, y que puede ayudarla a abogar por un tratamiento que esté en consonancia con sus valores.
Cambiar los sistemas
El valor de establecer vínculos entre la comunidad y los sistemas es incalculable, sobre todo en lugares donde los sistemas no se construyeron de manera equitativa pensando en la comunidad. La Alaska Native Birthworkers Community recibió un donativo de la Fundación W.K. Kellogg gracias a su enfoque que se alinea en la creación de asociaciones para promover el cambio sistémico y el impacto colectivo.
Con el fin de ampliar el personal indígena especializado en partos y poder ofrecer una atención gratuita, directa y adaptada culturalmente a las necesidades de las familias que dan a luz en las comunidades tribales de Alaska, se ofrece capacitación en desarrollo de liderazgo de manera gratuita a las parteras indígenas existentes y a las que aspiran a serlo. Esto permite que las mujeres que dan a luz amplíen su red de apoyo y se sientan conectadas con la comunidad y con modelos a seguir saludables. El apoyo de grupos afines, como el modelo de doulas, se basa en estos factores de protección y ha demostrado tener resultados positivos en la salud materno-infantil, especialmente para las personas que han sido desatendidas sistemáticamente.
Establecer un vínculo
Jacobs recuerda una anécdota sobre la primera madre indígena a la que ayudó como partera que no pertenecía a su familia ni a su comunidad de amigos. Era una adolescente que estaba completamente sola en la sala de partos de Anchorage. Jacobs recuerda que estaba nerviosa y le preocupaba que sus conocimientos como doula hasta ese momento no fueran suficientes para ayudar a alguien que no pertenecía a su círculo inmediato de familiares y amigos.
Al respecto comentó: “Entré en la sala, nos presentamos mutuamente y, en ese instante, todo mi miedo desapareció e incluso noté que ella suspiro de alivio, como diciendo «Oh, hay alguien aquí que va a acompañarme». Y eso realmente confirmó que el simple hecho de presentarme, de estar en la sala, de compartir ese espacio, es un deber sagrado”.
“E incluso, aunque no hubiera hecho nada relacionado con el parto, con haber estado allí simplemente para ayudarla a sentirse segura y decirle lo importante que es y lo bien que lo estaba haciendo, y para animarla, habría sido suficiente”, recuerda Jacobs.
“A veces, el acto más simple de amor, bondad y servicio es lo que alguien necesita”.
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