Liderazgo

Por 90 Años…Por los niños y las niñas

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postcard image for The W.K. Kellogg Foundation

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Nuestro 90.º aniversario ha coincidido con un momento de gran crisis. La pandemia por el coronavirus (COVID-19) ha derivado en el sufrimiento y muerte de una gran parte de la población de raza negra, morena e indígena. A través de la televisión, todos hemos sido testigos de los asesinatos de hombres y mujeres de raza negra, así como del evidente y crudo desprecio por la vida humana. Y la furia resultante —a nivel local, nacional e internacional— expresa el dolor colectivo y exige acciones.   

El momento no pasa desapercibido para nosotros. Así pues, en lugar de celebrar un aniversario, haremos hincapié en este hito aún más comprometidos con los deseos de nuestro fundador, W.K. Kellogg, quien estableció la Fundación Kellogg a fin de que su riqueza pudiera “ayudar a los niños y las niñas a enfrentar el futuro con más confianza”. Nuestro legado nunca había sido más pertinente o urgente que ahora en 2020. 

Un compromiso que nació en momentos de crisis

Alguna vez, una publicación nacional describió a la Fundación Kellogg como un fondo informal de la región central de Estados Unidos, que trabaja de manera eficaz en una diversidad de problemas que la mayoría de las fundaciones pasan por alto”. Desde nuestra fundación en 1930 hasta hoy, esta descripción sigue siendo la adecuada 

El 21 de junio de 1930, tres colegas de Michigan firmaron el acta constitutiva de la Fundación W.K. Kellogg y consolidaron la visión de una organización filantrópica con una nueva perspectiva. Pusieron su mira —y la plasmaron en papel— en la visión de “administrar fondos para la salud, la educación y el bienestar de la humanidad, pero principalmente de los niños y las niñas y la juventud sin discriminar por motivos de raza, credo o distribución geográfica”. 

Los documentos se firmaron casi exactamente siete meses después de la caída del mercado de valores, lo cual había provocado que Estados Unidos entrara en la Gran Depresión. Cuatro millones de personas buscaban empleo. Se formaban largas filas en busca de recibir ayuda social, y la gente pasaba hambre mientras los agricultores no les era posible cosechar los cultivos. En tiempos adversos, parecía que los niños y las niñas eran quienes más sufrían. Su vida y su futuro parecían obstaculizados por fuerzas fuera de su control.  

El fundador W.K. Kellogg, y sus primeros fideicomisarios, sabían que la salud, la felicidad y el bienestar de los niños y las niñas —a lo que ahora llamamos la posibilidad de prosperar en la infancia— dependían completamente de las personas adultas a su alrededor. Médicos, maestros, agricultores, padres de familia, propietarios de negocios y legisladores daban forma a las condiciones y el contexto que rodeaba a los niños y las niñas. 

Así pues, decidieron que el mejor enfoque de esta nueva fundación era ayudar a las personas a ayudarse a sí mismas. Decidieron invertir en soluciones impulsadas por la comunidad, al mismo tiempo que proporcionaban a las personas adultas la información y los recursos necesarios para poner en marcha sus soluciones prácticas.  

Como escribió W.K. Kellogg: “El mayor beneficio para la mayor cantidad de personas solo puede lograrse al educar e instruir a niños y niñas, padres, maestros, médicos de cabecera y a la comunidad en general. La educación brinda la mejor oportunidad para realmente mejorar respecto a las generaciones anteriores”.  

Un millonario por accidente, inspirado para toda la vida

Para cuando se firmó el acta constitutiva, W.K. Kellogg ya se había hecho un nombre. De hecho, en ese entonces, todos los niños y las niñas de Estados Unidos conocían su firma, dado que aparecía en las cajas de cereal que sus madres colocaban en la mesa del desayuno todos los días. Fue gracias a estas familias que, casi de un día para otro, Kellogg se volvió millonario y, por ende, se sentía en deuda con ellas. Prometió que demostraría ser un mayordomo fiel su fortuna para que niños y niñas prosperaran.   

Si bien era oportuno establecer una organización altruista durante la recesión económica, el deseo de Kellogg por ver mejorar la vida de niños y niñas empezó durante su propia infancia en la década de 1860, y maduró a medida que su carrera y negocio crecieron.   

Para 1930, Kellogg era un empresario cuyos métodos habían captado la atención del presidente Herbert Hoover. Cuando el desempleo aumentó hasta 30 % en el país, agregó turnos laborales y contrató más personal para trabajar en su fábrica de Battle Creek, Michigan. El presidente Hoover tomó en cuenta este detalle y lo invitó a la Conferencia de la Casa Blanca sobre Salud y Protección de la niñez, que se llevó a cabo en abril de 1930.  

La delegación elaboró un documento de Estatutos en favor de la Niñez. Los primeros fideicomisarios de la Fundación citaron este documento como base para sus estrategias. Entre los diecinueve incisos que incluye este documento, podemos mencionar:  

  • Plena preparación para el nacimiento de todos los niños y las niñas, donde las madres recibirán cuidado prenatal, natal y posnatal, y el establecimiento de medidas de protección que favorezcan la seguridad de la maternidad… 
  • “Para todos los niños y las niñas, una comunidad que reconozca sus necesidades y planee cómo satisfacerlas…  
  • “Para todos los niños y las niñas, una educación que, a través del descubrimiento y el desarrollo de sus habilidades individuales, los prepare para la vida… 
  • “Para todos los niños y las niñas, el derecho de criarse en una familia con un nivel de vida adecuado y la seguridad de un ingreso estable…  

El documento de Estatutos en favor de la Niñez finalizó con un llamado para el desarrollo de organizaciones dedicadas a la salud pública a nivel local y de condado, lo cual se convirtió en un objetivo inicial para la Fundación W.K. Kellogg y parte de su imperecedero legado. Actualmente, muchas de las convicciones incluidas en el documento de Estatutos resuenan en nuestras tres prioridades: prosperidad infantil, familias trabajadoras y comunidades equitativas.  

90 años de inversión

Antes de llevar a cabo cualquier acción, los primeros fideicomisarios de la Fundación se dedicaron a analizar a fondo la situación. Consideraron lo que otras fundaciones hacían, qué niños y niñas estaban más desatendidos y la relación adecuada entre benefactor y comunidad. Finalmente, llegaron a dos conclusiones.  

En primer lugar, muchas fundaciones financiaban excelentes investigaciones en materia de salud, educación y bienestar. Sin embargo, médicos, educadores, padres de familia y otras personas adultas en la comunidad promedio, no tenían conocimiento de dichas investigaciones ni la certeza de cómo proceder.  Por lo tanto, la primera decisión estratégica de los fideicomisarios fue enfocar sus iniciativas en programas que aplicaran los conocimientos con los que se contaba.  

En segundo lugar, si bien muchas fundaciones financiaban iniciativas en centros urbanos, los niños y las niñas de comunidades rurales eran ignorados en gran medida. Por ende, optaron por enfocarse en la población infantil más vulnerable en ese entonces.  

Finalmente, en cuanto a la relación con las personas a las cuales brindarían servicio, los primeros fideicomisarios determinaron que la Fundación Kellogg no se presentaría en las comunidades con nociones preconcebidas acerca de las necesidades de la sociedad; en su lugar, convocaría a los líderes comunitarios para crear soluciones juntos. Dichos líderes incluirían tanto a los grupos reconocidos (legisladores, concejales y gobernadores municipales) como a los no reconocidos agricultores, padres de familia y maestros.  

Estos enfoques —la aplicación de los conocimientos, la concentración de fondos para apoyar a las poblaciones infantiles más vulnerables, el desarrollo de liderazgo innovador y el respaldo a las soluciones impulsadas por la comunidad— siguen siendo la base de las estrategias actuales de la Fundación Kellogg. Por eso decimos que la igualdad racial, la participación comunitaria y el liderazgo están en nuestro ADN. 

“Me ha dado gran satisfacción sentir que las contribuciones de la Fundación ayudarán a los niños y las niñas de todas partes a enfrentar el futuro con más confianza, con mente y cuerpo más sanos, y más seguros de su confianza en este país y sus instituciones”.

-W.K. Kellogg 
Minda Corso
Minda is the digital communications manager at the foundation. She is responsible for hands-on execution of integrated digital marketing and communications strategies to support organizational as well as internal and external communications goals and objectives. She works with the communications team to identify, develop and execute digital marketing and communications tactics across the WKKF digital ecosystem. She collaborates with organizational peers and teams to elevate the foundation’s strategies, programmatic priorities, and relationships with priority audiences, including internal staff, grantees and external stakeholders.

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