El poder de la redes para acelerar el cambio

Puede parecer que las redes son algo nuevo o misterioso, pero la mayoría de nosotras/tros hemos sido parte de redes informales sin usar ese término. Tal vez formes parte de una iglesia donde las y los miembros se organizan para proporcionar transporte a otras personas, un intercambio de cuidado infantil en el vecindario organizado por madres y padres, o una comunidad migrante que ayuda a quienes recién llegan a encontrar vivienda.

Lo que es nuevo es que estamos aprendiendo más sobre cómo funcionan las redes, los valores y principios que representan, y cómo fomentan la acción colectiva y una cultura de aprendizaje a través de la experiencia. Hemos aprendido que el liderazgo compartido y nuevas formas de organización están poniendo el poder de decisión en manos de las personas más cercanas al trabajo. 

Han pasado más de cuatro años desde el brote global de COVID-19, pero sus efectos siguen siendo muy presentes: los recuerdos de seres queridos perdidos, niños y niñas que se perdieron años de escuela, empleos perdidos, el impacto desproporcionado en las comunidades de color y las luchas continuas de sistemas de salud subfinanciados. Al mirar atrás, en medio del caos y las restricciones, hubo héroes y heroínas no reconocidos: personas comunes que se conectaron con vecinas y vecinos, amigas y amigos para lograr cosas importantes. Por ejemplo, en muchos vecindarios del país, personas organizaron grupos de ayuda mutua para checar a sus vecinos y vecinas, apoyarse financieramente entre sí y asegurar que las y los adultos mayores tuvieran suficiente comida.

También se conectaron a través de programas de liderazgo para compartir recursos y pensar en cómo enfrentar el momento. En Hawái, personas en redes de liderazgo trabajaron para proporcionar puntos de acceso a internet para que la comunidad pudiera asistir a la escuela y a citas de telemedicina, y desarrollaron un plan de distribución de agua en caso de escasez. En áreas rurales del oeste de Nueva York, líderes y lideresas trabajaron con bibliotecas y proveedoras de salud para asegurar que las bibliotecas estuvieran disponibles para el cuidado de telemedicina. Estos son solo algunos de los muchos ejemplos que forman parte de una historia más amplia: el poder de las redes.

En la última década, a medida que las personas usaron las redes sociales para conectarse y hablar con otras personas afines a gran escala, ha habido un aumento en el uso de estrategias de redes en elecciones, movimientos sociales como Black Lives Matter, y en el trabajo relacionado con el cambio climático y los sistemas alimentarios, logrando resultados significativos. 

No es sorprendente que las y los participantes de programas de liderazgo hayan recurrido a los vínculos cercanos que formaron con otros líderes y lideresas para conectarse, aprovechar sus habilidades y actuar durante la pandemia y más allá de ella. Los programas de liderazgo han formado a decenas de miles de personas, y solo el sector corporativo gasta más de 160 mil millones de dólares al año en desarrollo de liderazgo. Imagina lo que podríamos lograr si apoyáramos de manera más intencional a los exalumnos y ex alumnas de liderazgo con los conocimientos y recursos necesarios para llevar sus redes informales al siguiente nivel.