Participación Comunitaria

Así como cambia el clima, también lo hacen algunos modelos de financiamiento

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Photo credit: Paolo Xiu Canché, Agroecology Fund of the Yucatan Peninsula (FAPY)

This post is also available in: English (Inglés) Kreyòl (Creole Haitiano)

Durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (COP26), una joven activista de nacionalidad samoana llamada Brianna Fruean cantó el siguiente grito de guerra en su discurso a los líderes mundiales: “No nos estamos ahogando, estamos luchando”. Sus palabras hicieron al mundo tomar conciencia de las comunidades vulnerables al cambio climático como agentes activos y no como víctimas. Más tarde, dijo a NPR:

“Nos interesaba recuperar esa narrativa de que simplemente somos seres pasivos esperando limosnas... Tenemos portadores de conocimientos tradicionales que están llevando a cabo trabajos de adaptación y a quienes no se les considera como científicos del clima, aunque lo que hacen es precisamente climatología”.

Bien podría haberse estado refiriendo a Basilio Velázquez Chí. Chí se crio a miles de kilómetros de Samoa, en una comunidad agrícola maya tradicional en las tierras bajas de la península de Yucatán, en México. Desde ahí, ha experimentado no solo los efectos cada vez más dañinos del cambio climático, sino también de esfuerzos de respuesta ante desastres naturales que resultan insuficientes debido a que las decisiones relativas a la comunidad no son tomadas por la comunidad en sí. “A veces, un tipo de lluvia que trae un huracán ocasiona que los árboles no florezcan, y eso es un problema para la supervivencia del las abejas, y por lo mismo tampoco hay producción”, menciona Chí, “pero como no es algo visible, solo es un conocimiento que tienen las comunidades, pues no provoca reacción del gobierno”. Chí también agregó que sucede lo mismo cuando esas lluvias causan plagas en los cultivos de maíz. “Al final, no es una crisis económica como tal, pero una crisis alimentaria, entonces la gente tiene que buscar la manera en como sobrevivir, y hay muy pocos ayudas en ese sentido”.
FAPY grantee Ya'ax Sot'Ot'Yook'ol Kaab strengthens Mayan farming practices in Quintana Roo, Yucatan Peninsula, Mexico.
La tendencia de los donantes externos de ayudar a remediar solo lo que pueden ver, tal como los problemas de la red eléctrica y otros daños a la infraestructura, es tan solo uno de los múltiples problemas que Chí observa en las respuestas típicas ante los desastres. Por ejemplo, la donación de semillas puede ser bien intencionada, pero cuando éstas no son locales, existe la posibilidad de que no se desarrollen bien en ese clima o en ese suelo. Incluso los esfuerzos de financiar a los agricultores locales fallan a menudo debido a obstáculos técnicos como la falta de documentación de los habitantes o de acceso a internet. Existen también otros problemas con la ayuda del exterior, como los riesgos sanitarios que implica el que otras personas entren a las comunidades pequeñas en tiempos de pandemia o la forma en la que las donaciones importadas pueden afectar la economía local, así como la dinámica de poder que se crea o perpetúa cuando las organizaciones externas entregan ayuda. Estas formas de operar están bien afianzadas pero, en un giro del destino, este año catastrófico podría haber dado origen a nuevas formas.

UNA NUEVA EXPERIENCIA EN LA RESPUESTA TRAS UN AÑO DE DESASTRES NATURALES INCESANTES

La temporada de huracanes de 2020 fue la más activa que se ha registrado en el Océano Atlántico, y la Península de Yucatán padeció sequías seguidas de lluvias, incluida la depresión tropical Cristóbal que causó inundaciones que desplazaron a miles de familias y destruyeron la mayor parte de los cultivos de la zona. Entonces comenzaron las plagas. Fue un exponente devastador de cómo los retos climáticos han ido empeorando en los entornos más vulnerables del mundo. A pesar de ello, después del desastre, Chí experimentó algo nuevo. Túumben K’óoben, una cooperativa que promueve la producción local, comenzó a administrar un nuevo fondo para respuesta ante desastres que está basado en la comunidad y que Dulce Magaña, presidenta de Túumben Kóoben, calificó de “más sensible, más empático, más humano”. El Fondo Agroecológico Península de Yucatán (FAPY) respalda las iniciativas base para recuperar los sistemas alimentarios y fortalecer la resiliencia de las comunidades afectadas por Cristóbal. Como miembro fundador de Túumben K’óoben, Chí forma parte del comité del FAPY, que selecciona las iniciativas locales a las que se les concederán pequeñas subvenciones. El término “agroecología” hace referencia a la aplicación de principios ecológicos a la producción agrícola sostenible. Según Magaña, se trata esencialmente de una práctica tradicional de las comunidades mayas de la península. FAPY fue creado con el apoyo del Fondo de Agroecología (AEF, por sus siglas en inglés) y la Fundación W. K. Kellogg. Se trata de un conjunto de iniciativas que la WKKF ayudó a establecer después de Cristóbal y cuenta con tres socios financiadores y un gran número de organizaciones base.

LAS VISIONES DE LA COMUNIDAD GUIAN LOS PLANES A FUTURO

Después de lanzar la fase de respuesta inicial tras la depresión tropical Cristóbal, durante la que los miembros de la comunidad ayudaron a sus vecinos con sus necesidades urgentes de alimentos y refugio, la WKKF colaboró con algunos socios en el desarrollo de planes para las fases subsiguientes: reconstrucción, y mitigación y preparación ante desastres futuros. Para ello, el equipo en México de WKKF, liderado por Verónica Fernández de Castro Robles, oficial de programa, contactó al Fondo de Agroecología (AEF), al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y a Hispanics in Philanthropy (HIP). “Hay alineación en los valores que estos socios aportaron”, dijo Fernández de Castro Robles. Mencionó también que tienen la misma convicción de que: “las comunidades tienen los conocimientos necesarios para liderar el camino, y su visión debe ser la que guíe la inversión”. Mencionó que hay un reconocimiento común de que los desastres recientes no son ni los primeros ni los últimos que la región habrá de enfrentar y que, idealmente, los fondos trabajarán de manera conjunta siguiendo la visión de la comunidad en cuanto a las formas de “mitigar el impacto del cambio climático en la región”.

La tormenta tropical Cristóbal causó una pesadilla humanitaria en el sureste de México

Cristóbal llegó como una tormenta tropical y se convirtió en una depresión tropical de trayectoria lenta que azotó durante tres días los estados de Campeche, Yucatán, Quintana Roo y partes de Chiapas. Miles de familias tuvieron que abandonar sus hogares, las carreteras se dañaron, las comunidades quedaron incomunicadas, y miles de apiarios y más del 80 % de los cultivos de esta región, en gran medida agrícola, quedaron destruidos.
Si bien AEF, UNDP y HIP desarrollaron iniciativas propias con sus socios locales, lo hicieron coordinándose entre sí: compartiendo convocatorias de propuestas, aconsejándose mutuamente, y reuniéndose con frecuencia para compartir aprendizajes, desafíos y reflexiones, lo que contribuyó a fortalecer todos estos esfuerzos.

“NO EXISTE UN MANUAL”: UN NUEVO ENFOQUE CENTRADO EN LA COMUNIDAD PARA QUE LOS DONANTES PUEDAN AYUDAR

Cada organización de esta colaboración de fondos estuvo dispuesta a operar de una nueva manera, y todas estuvieron inspiradas a realizar cambios después de escuchar los testimonios de la comunidad.
Fondo de Agroecología

En enero de 2021 y con el apoyo de WKKF, el Fondo de Agroecología internacional estableció el Fondo Agroecológico Península de Yucatán (conocido por su acrónimo, (FAPY). Bajo la gestión de Túumben K’óoben, FAPY condujo con éxito dos rondas de financiamiento en 2021 en las que apoyó a 31 organizaciones. AEF fue establecido por una colaboración de fundaciones en 2012 y trabaja con organizaciones de todo el mundo, pero esta es la primera vez que desarrolla un fondo regional. Y no es la última. Con las lecciones aprendidas de FAPY, AEF ahora se dirige a India y al este de África para apoyar el desarrollo de fondos agroecológicos gestionados de forma local.

HIP Give: #TierrasMayas

La campaña de crowdfunding #TierrasMayas, organizada por Hispanics in Philanthropy (HIP), inspiró a donantes con la estrategia de igualar contribuciones y les conectó con organizaciones base de la península de Yucatán, en apoyo a la reconstrucción y la resiliencia de las comunidades. La recaudación de fondos para la campaña se llevó a cabo en tres etapas, entre noviembre de 2020 y noviembre de 2021; en la última etapa, se reunieron más de 161,000 dólares por 23 organizaciones. Hubo una amplia variedad de proyectos, incluyendo educación ambiental, capacitación en producción alimentaria y mejoramiento en el acceso a agua potable.  Además de ayudar a estos grupos a recaudar fondos, HIP también estuvo trabajando en promover una cultura de donaciones en la región y ayudó a las organizaciones sin fines de lucro participantes a desarrollar sus capacidades organizacionales. Esta es la primera vez que HIP dedica una campaña de crowdfunding a las comunidades mayas de la península de Yucatán.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)

Un donativo en conjunto con el Programa de Manejo de Riesgos del PNUD, orientado a ayudar a los habitantes del sur de México a recuperarse del impacto del COVID-19, evolucionó en una iniciativa de resiliencia y recuperación mucho más amplia tras los desastres sufridos en 2020. Esta iniciativa apoya los esfuerzos locales relacionados con la apicultura, la seguridad alimentaria y el turismo en beneficio de negocios locales pequeños.

Tras las tormentas, un segundo donativo en conjunto con el Programa de Pequeñas Donaciones (conocido por su acrónimo PPD) del PNUD, ayuda a las organizaciones basadas en la comunidad a establecer fondos de resiliencia financiera. El PPD ha dado apoyo a siete organizaciones locales en el proceso de determinar sus necesidades futuras e identificar formas de satisfacerlas. Esta es la primera vez que el PNUD concentra su inversión en la creación de fondos de resiliencia en vez de la implementación de acciones de respuesta, y lo logró gracias al liderazgo de las comunidades indígenas.

Sebastien Proust, coordinador nacional del Programa de Pequeñas Donaciones del PNUD, dijo que trabajar con las organizaciones comunitarias en la creación de planes de resiliencia al cambio climático es un proceso para el que “no existe un manual”, puesto que nunca antes se ha hecho.

“Lo que estamos haciendo actualmente es construirlo juntos... [Descifrando] cómo creamos, bancos de semillas, cómo creamos bancos de miel, cómo creamos fondos de ahorro, por ejemplo, que permitan que cuando llegue un huracán, tengamos la capacidad de recuperarnos facilmente... Es muy, muy, muy innovador”.

Los resultados del grupo de fondos de respuesta de la península de Yucatán en el campo son el apoyo a una gran variedad de iniciativas base que refuerzan el sustento y los sistemas naturales de forma local. Muchos de ellos simplemente consisten en fortalecer las prácticas agrícolas mayas locales y tradicionales. Si bien su éxito radica en este enfoque y liderazgo locales, las estrategias de financiamiento podrían tener un impacto global. “Sentimos que lo que aprendemos ahí puede ser muy útil para otras comunidades del mundo que enfrentan la crisis climática”, asegura Proust.
Imagen del encabezado cortesía de Paolo Xiu Canché, Fondo Agroecológico Península de Yucatán (FAPY).

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