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El 14 de agosto de 2021, un terremoto de magnitud 7.2 azotó a la península sur de Haití, destruyendo cientos de edificios y causó la muerte de miles de personas. Justo después de una década del devastador terremoto de 2010, la catástrofe desbordó los hospitales; dejó los caminos intransitables; redujo las escuelas, iglesias y negocios a escombros; y dejó a miles de personas sin hogar y en la búsqueda de sus seres queridos. A diferencia de las innumerables muestras de ayuda tras el terremoto de 2010, la respuesta en 2021 ha sido mínima. La pobreza, la agitación política y la violencia constantes — sin mencionar los implacables desastres naturales— han dado lugar a que muchos se cuestionen si la inversión continua en Haití vale la pena.
Con frecuencia, los medios de comunicación se refieren a Haití como el “país más pobre del hemisferio occidental” y que rápidamente se dirige la atención a sus problemas actuales cada vez que hay un desastre. El enfoque narrativo en la desesperanza y la tragedia retrata a la nación caribeña como un “cementerio” de proyectos fallidos, y perpetúa mitos e ideas equivocadas sobre las iniciativas de reconstrucción y ayuda. Estos informes solo representan una parte de la historia, ya que suelen ocultar las causas del sufrimiento del país y las iniciativas eficaces que lidera la población haitiana para resolverlas.
Contrario a la narrativa de que todas las inversiones filantrópicas han sido ineficaces en Haití, Partners In Health (PIH), Build Health International (BHI) y Health Equity International (HEI) han tenido inmensas repercusiones positivas en el sector de la salud del país en la última década. Con el financiamiento continuo de la Fundación W.K. Kellogg (WKKF), estas organizaciones no gubernamentales (ONG) están comprometidas a abordar las desigualdades sistémicas inherentes a la atención médica. Se han asociado con comunidades locales e instituciones públicas para crear una infraestructura de salud más resiliente, capacitar y mantener a una fuerza laboral competente, así como desarrollar sistemas de salud sólidos y operativos que mejoren los resultados a largo plazo en materia de salud y ayuden en la respuesta a las intensas crisis en Haití. Demuestran que no solo es posible, sino imperioso prestar atención médica sostenible en entornos de bajos recursos, en asociación con las comunidades y el gobierno locales, junto con un profundo conocimiento del contexto local. Ya existen en Haití algunos ejemplos de iniciativas exitosas.
Iniciativas exitosas en materia de salud después del terremoto de 2010: Lo que es posible una década después
Comienza con la infraestructura, tanto física como humana. Cuando el sismo de magnitud 7.0 azotó a Haití el 12 de enero de 2010, cuyo resultado fue un trauma colectivo y víctimas, era evidente la falta de centros de cuidados intensivos. No existían los grandes centros de salud terciarios, como el hospital universitario de 300 camas en la zona rural de Haití, Hôpital Universitaire de Mirebalais (HUM), cuya construcción estuvo a cargo de PIH y BHI. El hospital, un sueño de toda la vida del fallecido cofundador y visionario de la salud mundial de PIH, el Dr. Paul Farmer, se construyó en tan solo dos años gracias a donaciones privadas, incluyendo las de la Fundación W.K. Kellogg. Actualmente, es un centro de salud público propiedad del gobierno local, y continúa llenando un gran vacío a nivel local y nacional para quienes ya tenían acceso limitado a atención médica de calidad.
Después del terremoto de 2010, no existían profesionales de emergencia locales que hubieran estudiado en el país. Puesto que no se impartía ningún programa formal de medicina de emergencia, el personal médico local interesado en estudiar esta especialidad tenía que desplazarse a otros lugares. A diferencia de lo que sucedió con el terremoto de 2010, la respuesta médica al de 2021 fue casi totalmente de profesionales médicos locales, que en su mayoría estudiaron en el HUM. En gran parte considerado una historia de éxito de la inversión y coordinación posteriores al terremoto de 2010, el HUM es la primera institución médica del hemisferio occidental en recibir un reconocimiento de la rama internacional del Accreditation Council for Graduate Medical Education (ACGME-I). Cuenta con siete programas de residencia (medicina interna y familiar, pediatría, cirugía, obstetricia y ginecología, neurología, enfermería con especialidad de anestesista y medicina de emergencia) para la siguiente generación de profesionales locales de la salud en el país.
Hace 11 años, St. Boniface Hospital (SBH), a cargo de HEI, era solo una pequeña clínica comunitaria en la península sur de Haití. Con el financiamiento continuo de la WKKF y otros socios filantrópicos, el centro tuvo un crecimiento que se quintuplicó con respecto a antes del terremoto de 2021. Hoy en día, SBH atiende a más de 500 pacientes al día de todo el país y recibe a más de 500 bebés en cualquier mes, a la par de grandes hospitales metropolitanos de Estados Unidos. El hospital cuenta con la única unidad de cuidados intensivos neonatales durante las 24 horas en el sur de Haití (un área de casi tres millones de personas). También tiene salas de maternidad quirúrgicas y una sala de operaciones que atienden día y noche, algo aún inusual en la zona rural. En 2010, para atender a las víctimas del terremoto, SBH comenzó el primer programa de rehabilitación de médula espinal del país y, desde entonces, ha tratado a más de 1,000 pacientes.
Construido conforme a las normas antisísmicas internacionales de BHI, el hospital se ha mantenido en buenas condiciones a nivel estructural y fue fundamental para tratar a las víctimas del terremoto de 2021. En colaboración con la WKKF, HEI actualmente está a la cabeza de la recuperación a mediano y largo plazo en el sur de Haití al encargarse de la reconstrucción de los centros de salud comunitarios dañados, fortalecer los sistemas de atención médica y ampliar la producción de oxígeno de grado médico para abordar la escasez de oxígeno en el país, un problema que se agravó con la pandemia de COVID-19.
Aunque la durabilidad y eficacia de estos sistemas de atención médica construidos en el lapso de una década son el resultado de mucho más que solo la cantidad de recursos disponibles, están basados en cómo se implementan dichos recursos, especialmente en el contexto de un Haití posterior al terremoto.
In the aftermath of the 2010 earthquake, there was not a single Haiti-trained emergency physician in the country. With no formal medical education programs in emergency medicine, Haitian clinicians interested in studying the specialty had to go elsewhere. Unlike the 2010 earthquake, the medical response to the one in 2021 was led almost entirely by Haitian medical professionals, most of whom were trained at HUM. Largely considered a success story of post-2010 earthquake investment and coordination, HUM is the first medical institution in the Western Hemisphere to receive accreditation from the international arm of the Accreditation Council for Graduate Medical Education (ACGME-I). It hosts seven residency programs (internal and family medicine, pediatrics, surgery, obstetrics and gynecology, neurology, nurse anesthetists, and emergency medicine) that are training the next generation of Haitian health care professionals in the country.
Eleven years ago, St. Boniface Hospital (SBH), operated by HEI, was just a small community health clinic on Haiti’s southern peninsula. With sustained funding from WKKF and other philanthropic partners, the facility grew over the years to roughly five times the size it was before the 2021 earthquake. Today, SBH sees more than 500 patients a day from all over the country and delivers more than 500 babies in any given month, on par with large metropolitan hospitals in the United States. The hospital boasts the only 24-hour neonatal intensive care unit in the south of Haiti (an area of almost 3 million people). It also has surgical maternity wards and an operating room available around the clock – both still rare in rural Haiti. In 2010, to serve earthquake victims, SBH started the country’s first spinal cord injury rehab program and has since treated more than 1,000 patients.
Built to international earthquake resistant standards by BHI, the hospital has remained structurally sound and was critical to treating those injured in the 2021 earthquake. In collaboration with WKKF, HEI is now leading the medium-to-long-term earthquake recovery in the south of Haiti by rebuilding damaged community health centers, strengthening health care systems, and expanding medical grade oxygen production to address the scarcity of oxygen in the country, a problem exacerbated by the COVID-19 pandemic.
Yet the durability and effectiveness of these health care systems built in the span of a decade are a result of much more than just the number of resources available; they are rooted in how those resources are deployed, especially in the context of post-quake Haiti.
Reflexión sobre nuestro enfoque hacia la filantropía en materia de salud
Philanthropies have unique advantages that allow them to work flexibly to rise to any challenge, but they can also work in partnership with local and national governments, private organizations, and civil society. Through long-term funding and cooperation with Haitian-led NGOs and the Haitian government, funders can do more than send aid to Haiti. We can empower a new generation to begin to reshape Haiti’s future – a future where Haitian children not only survive but also thrive in more equitable and resilient communities.
Drawing on lessons from past disasters, we are aware that contributing to such systemic change in Haiti will not be easy. In spite of the local health initiatives showcased here, much more work remains to be done to effectively dismantle the centuries-old inequities in health care and break the cycle of poverty and disease in the country. But as Dr. Farmer reminded us in his plenary remarks at GIH’s 2006 Annual Meeting on Health Philanthropy: If Haiti is riddled with challenges – as well as tremendous need for the right kind of investment – is that the beginning of a conversation or the end of one? We say it’s the beginning.
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