Esta historia fue producida para la Fundación W.K. Kellogg por BBC StoryWorks Commercial Productions como parte de la serie digital del Consejo Internacional de Enfermeras, Caring with Courage, para celebrar las extraordinarias historias de las enfermeras de todo el mundo y su contribución al sector de la salud. Está disponible en inglés, español y creole haitiano.
Créditos: Vídeo facilitado por Gabriela García Rivas
Gabriel García Salyano,
Alianza Mundial de Pediatría
Imagen facilitada por María Luz Díaz Hernández, Comadrona del Movimiento Nich Ixim. Vídeo facilitado por Gabriela García Rivas
En las regiones montañosas del sur de México, las comunidades Indígenas han recurrido durante generaciones a las parteras tradicionales para traer nuevas vidas al mundo. Estas expertas herboristas, masajistas y curanderas se basan en técnicas y conocimientos transmitidos y perfeccionados a lo largo de muchos años.
Con la llegada de la medicina moderna en el siglo XX, estas prácticas ancestrales realizadas por mujeres fueron relegadas a segundo plano.
Pero en los últimos años, los grupos de defensa de la partería Indígena han trabajado en colaboración con las ONG para generar una nueva ola de reconocimiento de las parteras tradicionales, combinando su valiosa herencia popular con los conocimientos de la obstetricia occidental para garantizar la seguridad y tranquilidad de las madres y los recién nacidos.
En las culturas mayas de México los sueños tienen un gran significado, se consideran una ventana al futuro de la persona, un medio para recibir la guía del mundo espiritual. Compartir e interpretar los sueños es una manera de transmitir el conocimiento a través de la comunidad.
Por eso, cuando Ofelia Pérez Ruiz, de 40 años, tuvo un impactante sueño a la edad de 20 años, supo enseguida que estaba destinada a emprender un nuevo camino en la vida. “En el sueño, una señora mayor me guiaba y me explicaba cómo es cuando el bebé nace bien y cuando nace mal. Fue en ese momento cuando sentí que mi don despertaba”, señala la señora Ruiz. Supo que estaba destinada a formar parte de una vocación ancestral y se convertiría en partera.
Ofelia es originaria del municipio de Chenalhó, en los Altos del Estado de Chiapas, en la frontera sur de México. Chiapas es una región muy boscosa y rica en recursos naturales, pero también es una de las zonas más pobres de México, ya que cerca del 74 porcentaje de sus habitantes viven en situación de pobreza. Alrededor de una tercera parte de los habitantes de Chiapas son mayas Indígenas, muchos aún viven de manera muy tradicional. En las zonas más alejadas, la mayoría de la población vive del campo y tiene poco acceso a servicios públicos. Para recibir atención médica tienen que recorrer largas distancias, a menudo a pie, hasta el pueblo más cercano. Las comunidades rurales han confiado en las parteras durante generaciones, no solo como parteras, sino también como curanderas y consejeras espirituales.
Ofelia es una de las 5,000 parteras tradicionales que hay, por lo menos, en el Estado de Chiapas, según las cifras oficiales, aunque ella cree que la naturaleza informal del trabajo significa que el número real puede ser mucho mayor. Dice que aproximadamente uno de cada tres partos en el Estado es atendido por una partera tradicional.
La partería tradicional siempre ha sido un oficio que valora profundamente la sabiduría heredada. Aunque Ofelia recibió cierta capacitación médica al principio de su vocación, también “adquirió conocimientos transmitidos de generación en generación”, de su abuela y su madre, que también eran parteras. Al igual que las parteras que la precedieron, aprendió qué hierbas debía recolectar en el campo y utilizarlas para preparar infusiones para las mujeres embarazadas, cómo dar masajes para acelerar el parto o controlar el dolor, cómo colocar al bebé en posición y cómo cuidarlo en los momentos posteriores al nacimiento.
Las parteras que no reciben un sueldo o solo aceptan donaciones voluntarias, son muy respetadas en sus comunidades. Pero cuando Ofelia decidió estudiar partería de manera más formal en la escuela de enfermería se dio cuenta de que había ciertas dificultades para ganarse el mismo respeto entre los profesionales de la salud.
Durante buena parte de finales del siglo XX, los partos hospitalarios se promovieron fuertemente en el marco de las políticas sanitarias nacionales de México destinadas a reducir la mortalidad materna e infantil. A finales de la década de 1990, la inmensa mayoría de los partos se realizaban en hospitales, y los profesionales de la salud dificultaban cada vez más que las parteras continuaran con su labor, por considerarla una forma anticuada e incluso peligrosa de atención a los pacientes.
Ofelia comenta que, en algunos estados, estas políticas han ocasionado que la partería tradicional haya desaparecido casi por completo. Sin embargo, dice que en Chiapas continúa practicándose. “Muchas mujeres en Chiapas todavía prefieren ser atendidas por nosotras por la atención que les brindamos, por la confianza que nos tienen, porque hablamos su idioma y las atendemos de acuerdo con su cosmovisión espiritual”, explica.
No obstante, hay ocasiones en las que los cuidados que necesita una madre o un recién nacido van más allá de las capacidades, la formación o los recursos de las parteras. Si una partera tradicional no puede acceder a la ayuda médica para la madre por cualquier motivo, o no se da cuenta de la necesidad de hacerlo, las consecuencias pueden ser muy graves.
En 2012, Chiapas registró poco menos de 60 muertes relacionadas con la maternidad por cada 100,000 nacidos vivos, un 40 porcentaje más que el promedio mexicano. Un amplio y complejo conjunto de factores socioeconómicos, así como casos de abuso o mal trato por parte del personal médico, hacen que las mujeres Indígenas de Chiapas tengan un riesgo hasta cinco veces mayor de morir en el parto que el resto de las mujeres del estado.
El Movimiento de Parteras de Chiapas Nich Ixim, del que Ofelia Ruiz es vocera, se formó en respuesta a estos problemas. Este colectivo, que agrupa a 600 parteras de más de 30 municipios, trabaja para preservar su oficio tradicional y abogar por que siga teniendo valor en la atención sanitaria actual. Pero uno de los principios fundacionales es que las integrantes de Nich Ixim se comprometen a actualizar continuamente sus conocimientos, para poder ofrecer la mejor atención posible a las madres y los bebés.
“Nosotras, como parteras, estamos dispuestas a recibir capacitación, siempre y cuando se respeten y reconozcan nuestros conocimientos, experiencia y a nosotras como personas encargadas de la salud y la vida de nuestro pueblo”, señala Ruiz.
En 2014, Nich Ixim comenzó a trabajar con varias ONG de salud y desarrolló en Chiapas en una serie de talleres que acercaron a las parteras con los trabajadores de la salud, y exploraron cómo ambos podían aprender de las habilidades y tradiciones de cada uno.
El Dr. Gabriel García Salyano es médico y coordinador de capacitación de la Alianza Pediátrica Global (GPA), una de las ONG que participan en el proyecto. El trabajo de la GPA se centra en la disminución de las muertes maternas y neonatales que pueden prevenirse y en la mejora de la vida de las mujeres y los menores en América Latina. El Dr. Salyano ha trabajado con cerca de 400 parteras Indígenas a través de los talleres. Considera que es importante que, después de décadas de desestimar a las parteras, el personal médico reconozca que una partera tradicional “condensa en su ser, en su cuerpo, en sus pensamientos, en su trabajo” una enorme sabiduría ancestral.
“Este conocimiento… es un conocimiento válido”, afirma, argumentando que la medicina occidental puede aprender sobre la manera en que las parteras responden a las necesidades y deseos de una mujer embarazada. En lugar de que el médico tenga el control, es la madre la que “protagoniza el proceso, es la que manda en el parto, la que puede tomar decisiones y decidir cómo ser atendida”.
El doctor Salyano se resiste a llamarse a sí mismo instructor porque “me suena un poco a pensar que las mujeres tienen la cabeza hueca y nosotros tenemos que llenarla”. En cambio, afirma que los talleres pretenden “crear un diálogo de experiencias” entre las parteras y el personal de salud, trabajando juntos en condiciones de igualdad. Los talleres crean un espacio para que las parteras hablen de sus experiencias o dificultades sin juzgarlas, dice, mientras que los médicos y especialistas en obstetricia pueden intervenir para sugerir qué soluciones podrían poner en práctica, en qué casos tendrían que buscar ayuda urgente, o para demostrar técnicas útiles como la forma y el propósito de controlar la presión arterial.
Cuando las parteras hablan de una técnica que utilizan y que el médico considera peligrosa para la madre o el niño, dice, “exponemos las razones o argumentos de por qué esa práctica no es la más adecuada”, afirma. Pero en el fondo siempre hay un profundo respeto por las parteras y su oficio ancestral.
“Decimos que las parteras sostienen en sus manos el corazón de las comunidades, las mujeres. Y tienen en sus manos el futuro de las comunidades, los bebés. Así que es un trabajo muy importante”, señala.
El Dr. Salyano dice que es difícil cuantificar el impacto que están teniendo los talleres, pero sabe que no ha ocurrido ningún deceso por maternidad entre las parteras con las que han trabajado, y que “muchas parteras han logrado trasladar a mujeres en situación grave a un hospital donde son atendidas. Y eso está salvando vidas”. Pero los talleres también han contribuido a que las parteras se sientan de nuevo orgullosas de su trabajo, dice, y “que ya no sientan que es una profesión menor o sin importancia”.
Lucía Girón Pérez, que vive en el municipio de Tenejapa (Chiapas), es una de las muchas parteras que se han beneficiado de los talleres. Siguiendo la tradición de la partería, ella también se inspiró en un sueño, en el que le entregaban una muñeca, para formarse como partera, e inicialmente aprendió este oficio de su suegra.
Lucía valora su función dentro de su comunidad y dice que los talleres le han dado una mayor profundidad al servicio que puede ofrecer. Se siente mejor preparada para hacer frente a complicaciones como los partos en posición de nalgas o las hemorragias y para saber cómo utilizar un equipo de ultrasonido o tomar la presión arterial con exactitud. Pero también se ha beneficiado de aprender más de sus colegas en cuanto a habilidades tradicionales, como el uso de plantas antes y después de un parto. Todo esto, según ella, significa que las mujeres a las que les brinda su servicio y acompañamiento, tienen aún más confianza en ella.
Para algunas mujeres como Eustaquia Ruiz Gómez, que vive en una aldea muy apartada en Chiapas, saber que la partería tradicional se ha preservado pero que también se ha mejorado con los conocimientos occidentales ha sido muy reconfortante.
“Me ha gustado mucho el trabajo de las parteras porque me han atendido muy bien”, comenta la señora Gómez a través de un intérprete, mientras arrulla a su hija de un mes de edad, que nació sana y salva en la tranquilidad y la comodidad familiar de su hogar gracias a una partera tradicional.
“La parte tradicional es importante porque las mujeres son atendidas en casa. Usan más plantas o hierbas naturales”, dice. “No es lo mismo que cuando damos a luz en un hospital, porque no dejan que las parteras nos den un té caliente o algo parecido”.
La señora Gómez cree que “lo que más necesitamos son parteras en cada pueblo”, pero también sabe que ampliar sus conocimientos “también es un avance, porque van a tener más experiencia. Cuando no pueden ayudar a una mujer en su casa, ahora saben dónde pueden llevarla o dónde pueden ayudarla mejor”.
El Dr. Salyano narra una historia que demuestra hasta qué punto los talleres se han integrado a las tradiciones culturales de las parteras.
Una mujer que asistía a los talleres le contó que había tenido un sueño aterrador y recurrente en el que asistía a un parto con graves complicaciones y no sabía qué hacer.
“Pero en una ocasión, soñó conmigo y le dije que no se preocupara”, cuenta el doctor Salyano. “Que cuando llegara la hora del parto, sí, iba a tener complicaciones, pero que yo iba a estar con ella para decirle qué hacer”.
Más adelante, cuando la mujer estaba atendiendo un parto y surgió justo esa complicación, se trataba de algo que había estudiado en uno de los talleres, y sus nuevos conocimientos surtieron efecto. “Recordó lo que tenía que hacer, los movimientos de las manos, lo que tenía que solucionar. Y al final el parto salió bien”, comenta el Dr. Salyano. Para él, historias como ésta demuestran el valor del enfoque de los talleres de capacitación. Las parteras, explica, “retoman estas experiencias, estos conocimientos, y a su manera, los aplican”.
“Decimos que el conocimiento complementa otros conocimientos, los enriquece. Y eso es lo que queremos hacer con las parteras y, obviamente, al trabajar con ellas, también nos enriquecemos nosotros”.
Ofelia Ruiz afirma que la pandemia global ha reflejado lo valiosas que son las parteras en sus comunidades. Cuando los hospitales cerraron por falta de personal, o se dedicaron a tratar a los pacientes de COVID-19, hubo muchas más mujeres que recurrieron a las parteras tradicionales.
“Algunas parteras duplicaron su carga de trabajo”, señala. “[Pero a pesar de esta] situación, la mortandad por maternidad en Chiapas no aumentó oficialmente”. Ella atribuye este resultado al trabajo que Nich Ixim ha realizado para elevar el perfil y la reputación de la partería y al valor de las técnicas tradicionales.
“Por eso nosotras, como parteras, creemos que nuestra labor es fundamental y que es necesario trabajar en equipo con el sector salud y con otras parteras profesionales, para que las mujeres tengan acceso a más opciones de atención segura, oportuna y de calidad”.